Tu trato con los animales hablará de ti mejor que tus palabras -R.M.J.

lunes, 31 de marzo de 2008

Leyenda del tigre del espejo

Una leyenda china cuenta que hace muchísimos años, el mundo de los espejos y el de los humanos estaban comunicados. Cualquiera podía entrar y salir de un espejo de pared, de un espejito de mano y hasta de los pequeñísimos fragmentos de un espejo roto.
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La gente de los espejos se parecía bastante a la gente humana, aunque eran más pálidos y brillaban en las noches de luna. Los animales del mundo de los espejos tenían un pelaje cristalino, plumas transparentes y ojos de un color plateado que centelleaba bajo la luz. El gran tigre era el más hermoso de estos animales, con sus rayas negras como la noche y blancas como la luna. Sus dientes relucían como cuchillos de plata cuando se deslizaba silencioso a través de un espejo para caminar por los larguísimos pasillos del palacio del Emperador Amarillo.
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La vida de los dos mundos había transcurrido sin problemas hasta la noche en que el Emperador, desvelado, observó desde su lecho imperial el paso del tigre frente a la puerta de su recámara. Inmediatamente quiso tenerlo cautivo en su zoológico imperial y llamó a sus imperiales guardias para que lo apresaran. Éstos se acercaron medio muertos de miedo y provistos de una enorme red. Se ubicaron temblando a ambos lados del final del pasillo y lanzaron la red sobre el majestuoso animal.
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El rugido del tigre prisionero hizo temblar las paredes del palacio, rompió los vidrios de los ventanales y, atravesando los espejos, llegó hasta los oídos de la gente del otro lado. Entonces, se declaró la guerra.La gente de los espejos se armó con lanzas de plata y espadas de cristal para rescatar al tigre. Los soldados del Emperador se armaron con mazas de bronce y escudos de hierro para prevenir el ataque. Durante días y noches, los dos ejércitos aguardaron, tensos y sin dormir, el momento de la batalla. Mientras tanto, el tigre recorría una y otra vez su estrecha celda mordiendo los barrotes.
Por fin, una noche sin luna, la gente de los espejos cruzó el cristal que los separaba y arremetió, pálida y fantasmal, contra los soldados del Emperador. La sangre de los humanos corrió roja como el coral y la sangre de sus rivales corrió plateada como el mercurio. Una y otra vez ganaron y perdieron sendas batallas, con una tristísima pérdida de vidas en los dos bandos. Sin embargo, la guerra no terminaba de definirse y el pueblo del Imperio Amarillo empezaba a hartarse de ver morir a sus hijos por un capricho de su gobernante. Temeroso de perder su poder, el Emperador Amarillo llamó a su palacio a un hechicero famoso..
—¿Cómo puedo ganar esta guerra sin perder a mi tigre? —preguntó. —El secreto es el azogue, mi señor —respondió el hechicero—. El azogue es la base de los espejos y, si bañáis en él al ejército enemigo, volverán adonde les corresponde.
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El Emperador encargó a los sabios y alquimistas que prepararan incontables recipientes repletos de azogue y simuló una retirada de su ejército. Cuando la gente del espejo invadió la plaza imperial creyendo haber ganado la guerra, desde lo alto de las murallas recibió un baño líquido y plateado que, poco a poco, los fue disolviendo y devolviéndolos a su mundo. En algunas horas, la gente del espejo quedó prisionera detrás de los espejos de pared, de los espejos de mano y hasta de los pequeñísimos fragmentos de un espejo roto.Pero allí no se detuvo la venganza del Emperador, sino que los condenó a repetir para siempre los gestos de los humanos. Por eso, desde ese momento, los espejos copian nuestras caras y nuestros gestos.
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Sin embargo, la historia también dice que un día los seres humanos del espejo se despertarán de este sueño mágico, y que el primero en despertarse será un nuevo tigre. Entonces, los espejos no nos devolverán nuestra imagen sino otra diferente. Cada vez más diferente y cada vez más parecida al resplandor del tigre liberado.
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Fuente original: Leyendas de China
Enfoque y narración: Graciela Perez Aguilar
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Enviado por: Alberto Zambade. Madrid, España.
http://albertozambade.blogspot.com/
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Alberto Zambade, es también autor del enfoque y la narración de la leyenda titulada "El nacimiento del arco iris", que aparece en Linde5-Galería de Las Letras.

4 comentarios:

Alberto Zambade dijo...

Gracias, quedó preciosa.

Con esta leyenda me uno incondicionalmente a ayudar a los animales. Sus vidas, al igual que la de los humanos, son tanto o más importantes que las nuestras, si pensamos por un instante en nuestro legado histórico. Nuestra raza fue una vez un animal, una bestia. Hoy por hoy, si observamos las salvajadas que muchos humanos arrementen contra los amimales, los mismo animales deberán de pensar algunos que las bestias en realidad somos nosotros.

Yo amo a los perros, por ejemplo, porque nunca me hacen sentir que los haya tratado mal. Como dijo Gandhi: "Un país, una civilización, se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales."

Creo que los animales ven en el hombre un ser igual a ellos que ha perdido de forma extraordinariamente peligrosa el sano intelecto animal, es decir, que ven en él al animal irracional, al animal que ríe, al animal que llora, al animal infeliz.

Muchas gracias ricardo por darme la oportunidad de participar en tan hermosa iniciativa.

Alberto Zambade
Escritor, Madrid, España.

Unknown dijo...

Dicen que mantener vivas las leyendas, es mantener en pie nuestra razón de ser. Pienso exactamente así. Si dejamos morir el patrimonio cultural que nos fue transmitido de boca en boca, estamos cerrando la puerta a una parte muy rica del conocimiento.

"La leyenda del tigre del espejo", aún siendo china, la siento como propia; es como si siempre hubiera estado allí esperando a que mi memoria la recupere.

El pequeño dardo, con esta leyenda, ha hecho una magnífica contribución al blog. Felicitaciones, amigo.

Tito Grandi

Unknown dijo...

Una leyenda muy hermosa. Al leerla la sentí como algo vivo, como algo que palpitaba en mi interior, como una enseñanza de vida.
Te felicito, Pequeño Dardo, y gracias por habermela hecho conocer.

Un beso.

Unknown dijo...

Muy bonita esa leyenda