Tu trato con los animales hablará de ti mejor que tus palabras -R.M.J.

martes, 22 de noviembre de 2011

"POR LOS ANIMALES"

¡APARECIÓ!
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“POR LOS ANIMALES”

Un viaje a la ternura
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EL LIBRO ESCRITO POR LOS ANIMALISTAS

YA ESPERA LECTORES
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Edición en tapas duras click AQUÍ
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La participación tuvo eco internacional. Además de textos españoles, la mayoría, figuran otros venidos de Inglaterra, Francia, Holanda, Italia, Australia, Afganistán, Guinea Ecuatorial, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Uruguay, Paraguay, Panamá, México y Estados Unidos.
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Edición en tapas blandas click AQUÍ
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Tal vez sea la primera vez que un libro dedicado a los animales se ha escrito directamente por sus protagonistas. Al menos en inglés y francés no he encontrado un caso similar.
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DESCARGAR GRATIS
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“POR LOS ANIMALES” no es un libro donde la gente ha enviado las historias, y un escritor las redactó y utilizó a su modo.
Aquí los textos están narrados por los mismos participantes. Algo altamente halagador ya que muchas personas lo guardarán toda su vida.
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IMPORTANTE: Si tienes dificultades para entrar, también puedes hacerlo desde mis blogs:
http://linde5-otroenfoque.blogspot.com/

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Seguimos en la barricada.
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Un abrazo animalista,
Ricardo Muñoz José

sábado, 5 de noviembre de 2011

Can, un perro más.

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HISTORIA VERÍDICA INCLUIDA EN EL LIBRO (DE PRÓXIMA APARICIÓN) ESCRITO POR LOS ANIMALISTAS



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CAN, UN PERRO MÁS.
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Nilsa y Nelson, un matrimonio maduro, estaba en la playa de Botafogo. El día era soleado, caluroso, algo normal en Río de Janeiro, ya que allí tanto el sol como el calor son dos habitantes más. Desde la arena vieron un perrito marrón, paseándose por la acera de la avenida, sin inmutarse por el ruido de los vehículos al pasar.
-Parece de chocolate –comentó Nelson.
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Al atardecer, volvían a paso tranquilo, y decidieron entrar al bar a beber un guaraná. Ocuparon una mesa cercana a la puerta.
En el mostrador, varias personas bebían café, ya que es una costumbre muy carioca combatir el calor con algo caliente.
De pronto, una figura canina se acercó cómo expresando una sonrisa. Miraron en todas las direcciones buscando al dueño.
-Es el mismo que vimos desde la playa –dijo Nilsa.
-Es obvio que no ha salido a pasear con el dueño.
-Está muy limpio para ser un perro "vira-latas".
Nilsa dejó la silla y fue hasta él. El animal no intentó huir. Ella le acarició la cabeza.
-No parece muy ansioso por volver a su casa –observó la mujer-. Más bien parece que quiere ir a la nuestra.
-Arreglado está. No soporto los perros.
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Después de dejar el bar y entraron en el edificio de al lado. Tomaron el ascensor y luego entraron al apartamento.
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Al otro día, Nilsa escuchó un ruido nada habitual. Entornó la puerta y espió el pasillo. ¿Y qué vio? El perro color chocolate estaba acurrucado en el felpudo.
-¡Nelson! –gritó- El perro "vira-latas" está durmiendo en nuestra puerta.
-¡Será posible! Nos está esperando.
El matrimonio se puso intransigente. No iban a permitir que un perro los adoptase. Y menos un perro callejero. Lo sacaron del edificio antes que el síndico reclamara.
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Al mediodía, Nilsa volvió a espiar el pasillo… Sorpresa; ¡el perro estaba acostado en la alfombrilla! Nelson, malhumorado, lo sacó a la calle y lo dejó en la acera de enfrente.
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Esa noche, el perrillo otra vez estaba en el felpudo. Pensaron que si no lo alimentaban ni le permitían entrar al apartamento, se iría a su casa, o al lugar de donde vino.
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Llegó la mañana y el perrito continuaba ahí. Incluso, al verlos, se mostró feliz.
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Nilsa, conmovida, cariñosamente le pasó la mano por el lomo.
-Nelson, si este perro insiste tanto es por algo. Seguro que nos lo manda Dios.
-No mujer. Dios no se mete en estas cosas.
Nilsa cedió a la ternura. Nelson miró los ojos del can y sólo vio amor. El perrillo entró a la casa.
No podemos quedarnos con él. Puede que se haya perdido y el dueño lo anda buscando.
-Si, a lo mejor hay niños que lloran por el perro.
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Nelson agarró el teléfono móvil y le sacó una foto. Y foto en mano entró en la comisaría.
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-Alguien habrá perdido su amada mascota –comentó el policía.
-Debe ser un perro carioca.
-Por qué, ¿ha hablado con él?
-No, pero no entra a la playa. Parece que sabe que está prohibida para los animales.
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Nelson dejó su dirección y el número telefónico.
-En unos días ya pasarán a buscarlo.
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Los “unos días” se convirtieron en casi un mes y nadie había "reclamado" su pequeño perro.
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En ese tiempo, el animalito se dejaba querer, y de huésped transitorio pasó a hijo predilecto.
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-¿Cómo se llama? –preguntaron los amigos.
-Can.
-Sí, ya sé que es un can. Pero, ¿Cuál es su nombre?
-Can.
Los niños lo llamaban por Can y el perrillo acudía moviendo la cola.
-Es muy dulce –dijo una vecina.
-Nilsa, un perro es una compañía. Nunca te vas a arrepentir de habértelo quedado –comentó otra.
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Can, pronto evidenció la voluntad de no apartarse de Nilsa. Estaba con ella en el salón, en la cocina, e incluso la acompañaba hasta la puerta del baño. Adonde fuera iba a su lado.
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A Can le encantaban dos juguetes; la pelota y los muñecos. En la plaza se enloquecía cuando le tiraban la pelota, y en casa le encantaba morder y sacudir los muñecos, además de arrancarles los ojos. Nilsa y Nelson se reían. El perrito era feliz con ellos. Prácticamente le traían un regalo diario.
Nelson le enseñó a no dejarlos tirados por el suelo, y le mostró una caja de madera ubicada en el balcón.
-Aquí debes poner tus juguetes.
Can, obedecía. Tras los juegos, la pelota y los muñecos iban al cajón. Ese era su tesoro. Pronto al cajón se le sumó otro y después otro.
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El médico fue contundente:
-Sí, señora. Usted tiene cáncer.
Se programó una mastectomía doble.
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A Nilsa algo le decía que iba a morir de esa enfermedad, qué el cáncer la llevaría. El temor le navegaba en la sangre y el peso de la preocupación lo sentía en los hombros.


La noche antes de ir al hospital, se durmió abrazada a Can. Un pensamiento la atravesó. ¿Qué pasaría con él si ella moría? Porque, de ocurrir, atrás de ella se iría Nelson, de eso estaba segura. ¿El perrito volvería a la calle? De los hijos nada podía esperar; vivían en apartamentos pequeños y cargados de hijos. La idea le entristeció el pensamiento. Tenía más miedo de la suerte del perrito que de su muerte.
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La mastectomía doble era tarea difícil. Nilsa fue hospitalizada durante dos semanas.
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Nelson, al volver a casa, sin atreverse a encender la luz, lloraba en la oscuridad abrazado a Can. El pequeño perro gemía junto a él, compartiendo el trance emocional del hombre.


Los días pasaron. Nelson vivía más en el hospital que en el apartamento. Un velo de tristeza le cubría el rostro.
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Can se fue apagando, la ausencia de Nilsa lo hundía. No comía ni bebía, los muñecos esperaban, las pelotas se aburrían. La vivienda desprendía un tono gris, y él era un fantasma de cuatro patas caminando en aquella soledad.
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Pero, como todo llega, también llegó el día. Nilsa dejó el hospital.
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Al entrar en casa la recibió un aire de sosiego; desde las luces, hasta el perro, permanecieron calmos, nada quería molestarla. La mujer estaba tan agotada que ni siquiera podía ir al dormitorio. Nelson acomodó la esposa en el sofá y la dejó descansar.
Can se quedó mirándola. El placer de tenerla respetó el momento. Pronto el sueño se apoderó de Nilsa.
La pesadumbre dominaba el ambiente.
Nelson salió del apartamento, a fin de no quebrantar el reposo de la esposa con algún ruido involuntario.


Un par de horas después, Nilsa, al despertar, no enten dió qué pasaba. Algo no funcionaba. No podía mover la cabeza y al cuerpo lo sentía pesado y caliente.
No obstante, poco tardó en pasar del pánico a la risa. ¡Estaba totalmente cubierta con todos los tesoros de Can!
Mientras ella dormía, el perro había ido cien veces a las cajas del balcón, y viaje tras viaje fue trayendo los muñecos y las pelotas, colocándolos encima y alrededor del cuerpo de la amada amiga.
-Me trajo los juguetes para que juegue y me divierta.
Exactamente, Can había comprendido que se recuperaría más pronto con la alegría que con la tristeza.
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Nilsa se olvidó de morir. Al contrario, comenzó a vivir con más intensidad. Con el perro hacía largos paseos, y fue conociendo gente que también paseaba a sus animales. La vida volvió a sonreír para ella, depositando la tranquilidad en Nelson y júbilo en Can.
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Han pasado ocho años y Nilsa sigue libre del cáncer. A su existencia la alumbran los ojos del perro, y se deja guiar por el movimiento de la cola del animal expresándole cariño.
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Para Can, los juguetes siguen siendo motivos de diversión, pero ya no son su mayor tesoro, ahora su verdadero tesoro es Nilsa. Para él, nada existe en el mundo que supere la suavidad de la mano de ella dedicándole una caricia.
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A Nilsa y Nelson (el matrimonio que no quería perros), Can les entregó una revelación: la validez de las personas no está en obtener destaque social, ni en poseer cosas, ni en tener dinero en el banco. Las personas que verdaderamente valen son las que recogen animales de las calles, los adoptan, les regalan juguetes y reciben sonrisas.


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Autor: Paulo VieiraRío de Janeiro, Brasil.
Traducción: Mirna Valenti
www.sosvidaanimal.org.br

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PUBLICADO POR RICARDO MUÑOZ JOSÉ