Tu trato con los animales hablará de ti mejor que tus palabras -R.M.J.

viernes, 7 de octubre de 2011

El dolor que divierte

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TEXTO QUE FORMA PARTE DEL LIBRO EN PREPARACIÓN

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EL LIBRO ESCRITO POR LOS ANIMALISTAS
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Él no sabía que cada año mueren becerritos en miserables pueblos, donde practican aberrantes y primitivas celebraciones.
Estaba cansado, dolorido. Tenía sed. Pero lo único que se deslizaba por su garganta era un áspero líquido que le provocaba arcadas.
-Mamá –pensó.
De su garganta salió un sonido sordo, espero, apenas audible.
-Mmmmmm…
Ya no podía aguantar más. Sus rodillas se doblaban. En las delgadas piernas de becerrito de pocos meses, un inesperado temblor. Cayó de rodillas, consciente que iba a besar el suelo. Un poderoso alarido que provenía de todas partes, lo envolvió. El sonido partió el día con el tajo de la impaciencia. Tenía miedo, mucho miedo. Hacía una eternidad que unos brazos humanos, enmarcados en muecas de severidad, lo habían forzado a entrar… ¿Qué lugar sería ese? Un fuerte olor a muerte le atravesó el presentimiento, haciéndolo retroceder. Pero lo humanos le propinaron golpes con unos palos que picaban, y el dolor lo recorrió entero, quedándose alojado en el cuerpo. Tuvo que avanzar hacia el centro del inmundo sitio. Un sitio que lo aterrorizaba. Apenas podía distinguir qué pasaba. Sólo veía pequeños humanos a su alrededor, envueltos en una incomprensible algarabía, y cada vez que bajaban los brazos, el dolor aumentaba. ¿Qué tenían en las manos? ¿Por qué su sufrimiento les daba alegría? No captaba que hallábase en un trance conducente al martirio, alejado de cualquier suerte de felicidad; en manos de la crueldad.
-Mmmmmm…


Cerró los ojos en un intento de fuga. Volvió a ver a la madre, su dulce mirada rebosante de amor, las tiernas caricias cubriéndole el cuerpecito para emparejarlo a la dicha, y las rebosantes ubres de rica leche que le inyectaban vida.
Mmmmmm…
Un nuevo golpe lo devolvió a la realidad. Miró hacia el lado que le dolía y… otra vez ese líquido espeso… Ese dolor… ¡Tanto dolor! ¿Cuándo acabaría esto?
-Mmmmmm…

Allá, en la hacienda donde había nacido, los árboles daban abrigo, el sol brillaba regalando calor, y la mirada no conocía límites.
Añoraba los amigos, los primos y las primas, todos igual que él.
Recordaba los juegos, las carreras, la hierba tierna, el agua fresca, la libertad…

Una mañana lo vio. Torneado, musculoso, imponiendo respeto.
-Es tu padre –le dijo su madre.
Estaba allá, a lo lejos. Era un impresionante toro negro, fuerte, alto, poderoso. Lo miró con orgullo y pensó:
-Yo también llegaré a ser así.
Su madre, como adivinándole el pensamiento, lo miró con tristeza.
-¿Qué será de ti, mi tierno pequeñin? He visto irse a tantos hijos míos y nunca regresaron.

Volvió a abrir los ojos; la oscuridad en pleno día era cada vez mayor. En todo el entorno seguían esos cachorros humanos, gritando cual posesos, con las miradas duras cabalgando en las bocas infectadas de palabrotas. Ladeó la cabeza con dejo vencido; la música ahora parecía más lejana y la oscuridad más densa. No había luna en este horrible espacio de sufrimiento y de muerte. El frío, íbase tornando más intenso, no le dejaba sentir las piernas. La oscuridad era un vuelo de mariposas negras. Bajó los párpados. No ver lo distanciaba de ese espantoso lugar. En los tímpanos resonaban berridos ausentes, igual a sonidos huecos. ¿Sería la voz de los muertos?
-Mmmmmm…
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¿Por qué un cachorro como él estaba ahí? ¿Por qué la luz cuajó en sombras? ¿Por qué los murmullos se apagaban?
Permaneció así un tiempo; tiritando en garras del instante. Ante él se fue dibujando un camino largo, gélido, opaco… Le dolía todo; no había paréntesis ni desahogo; sólo martirio encumbrando el apogeo del terror. Iba hacia una eternidad que duraba la escenificación de ese suplicio.
De repente, un inaguantable y agudo dolor le aterrizó detrás de la cabeza. Pidió ayuda:
-Mmmmmm…
Pero sólo acertó a abrir la boca, nada se oyó. La quietud callada aparcó en su soledad. La oscuridad se tornó completa, el silencio atacaba y la temperatura bajó a punzar sin límite. El miedo le retorció las entrañas. El final, ese final que transportaba la alegría de aquellos humanos, le aplastó el corazón. En la otra punta del túnel la muerte lo abrazó. Descansa en Paz, pequeño.


Aterra saber que las becerradas son un entretenimiento pensado para solaz de los niños. ¿Se habrán concebido con el fin de anular la sensibilidad infantil, y fomentar en la niñez la costumbre de matar seres vivos como diversión?
-Mmmmmm…
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Elisa Serra Blasco
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PUBLICADO POR RICARDO MUÑOZ JOSÉ
http://linde5-otroenfoque.blogspot.com/2011/10/el-dolor-que-divierte.html


Aquí puedes dejar tu comentario. La autora lo agradecerá. No olvides que el estímulo encamina a nuevas obras.

2 comentarios:

noambelmeusilenci dijo...

Tenemos que seguir luchando por los derechos de los animales, no podemos quedarnos indiferentes, gracias por tu artículo

Horacelo Kastelo dijo...

Me ha gustado mucho, creo que tiene algún error que coorregir pero esta muy bien. me gusta que pongas en animales palabras que solo dirían hombres porque queda de favula, aunque siempre he pensado que cuando hablamos de animales y cómo piensan siempre nos equivocamos. muchas gracias por el texto, lo he disfrutado mucho y lo enviaré a todo el mundo.