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TEXTO INCLUIDO EN EL LIBRO (EN FORMACIÓN) ESCRITO POR EL AMOR HACIA LOS ANIMALES
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- Papá, ¿en qué árbol crecen las balas? -preguntó el hijo a su padre, un perro labrador experto en detección de explosivos del ejército inglés en Afganistán.
- No hijo, quién te metió esas ideas, las balas no crecen en los árboles -le explicaba el padre.
- Pero entonces como es que crecen, como se vuelven tan venenosas ? -vuelve a preguntar el perrito, de solo 10 meses de edad.
- ¿Venenosas ? No, las balas no son venenosas -le intenta explicar, tratando de disimular la gracia que le provocaban esas preguntas.
El padre, un perro ya adulto y con mas de 5 años de experiencia en el ejército intuía hacia donde quería llegar su hijo.
Hacía una semana el perro líder del escuadrón antibomba había muerto al ser alcanzado por una bala durante un fuego cruzado con supuestos terroristas. La muerte del líder del escuadrón había hecho ascender al padre del pequeño hasta el puesto de nuevo líder, algo que había esperado desde que entró a la fuerza, pero al parecer esto preocupaba a su pequeño hijo.
- Pero las balas matan papá, deben ser venenosas, además yo vi una el otro día, y parecen bellotas, deben ser de algún árbol -continuaba explicando su razonamiento el pequeño.
El padre decide explicar con mayor detenimiento y así terminar la conversación que ya se le estaba haciendo algo incomoda.
- Las balas no crecen en los árboles hijo mío, las balas las hace el hombre, él las fabrica con materiales que solo él sabe manejar, y tampoco son venenosas, las balas matan porque provocan mucho daño al entrar en el cuerpo.
El hijo miraba con ojos grandes, asombrado de su nuevo descubrimiento, pero era demasiado curioso como para detenerse en ese momento.
- Y para que usan las balas los hombres ? -volvió a preguntar el perrito.
- Para combatir a sus enemigos -replicó el padre-, por ejemplo en una guerra -agregó después.
- ¿Guerra? ¿Qué es la guerra ? -seguía preguntando el perrito.
El padre intentaba explicarle lo complicado que es la guerra, dándole una explicación lo suficientemente confusa como para que su hijo abriera los ojos tan grandes como podía y ya perdiera el control de su lengua que le colgaba de la boca abierta al máximo de sus posibilidades. .
Luego de un rato de quedar así, el perrito comienza de nuevo.
- ¿Y por qué los hombres hacen guerras papá ?
- Hay muchas razones, pero sobre todo se inician cuando un grupo de hombres quieren algo que otros tienen -le responde ya cansado el padre.
- ¿Y por qué no lo piden prestado ? -pregunta inocentemente.
- Porque lo quieren sólo para ellos, no lo quieren devolver -responde rápidamente el padre.
- Pero eso esta mal papá, y además, ¿por qué lastiman a los que sí lo tienen?
- Porque los que lo tienen no siempre quieren entregarlo, puesto que saben que no lo van a ver más -responde el padre que cada vez se sentía mas raro al responder estas preguntas.
Y al fin el hijo hizo la pregunta que el padre esperaba:
-¿Y por que mataron al perro jefe de la brigada, si él no tenía nada?
- No lo querían matar a él, eso fue sin querer, él estaba con los amos, cuidándolos.
- Pe-pe-pero... ¿cómo qué sin querer? Si la guerra es con los amos, ¿por que le dispararon? - preguntaba con un nudo en la garganta el pequeño, los ojos comenzaban a achicarse y a empañarse por el llanto que aparecía.
- Es que los hombres cuando van a la guerra no piensan bien, y lo que comienza como avaricia pasa a ser odio, y luego no ven a donde disparan, sólo les importa disparar y hacer daño -el padre no podía creer lo que acababa de decir, cosas que siempre vio pero nunca las pensó de esa forma, su cabeza estaba más confusa que la de su hijo.
-¿Y a ti también te van a matar papá? -preguntó el pequeño perrito, ya sentado en sus patas traseras y con un par de lágrimas corriéndole en el hocico.
El padre tembló al escuchar esa pregunta de la boca de su hijo.
- No, por supuesto que no -respondió el padre para que su hijo se tranquilizara, pero por dentro el miedo lo recorría.
- Dejemos de hablar de eso -dijo por fin el padre intentando acomodarse, y llevó a su hijo a buscar algo de agua para lavarse la cara y luego ponerse a jugar, intentando olvidar la conversación.
Ese día ambos padre e hijo aprendieron algo, el hijo aprendió que las balas no crecen en los árboles ni son venenosas, y el padre aprendió que las balas crecen en los árboles de la avaricia que el hombre cultiva, y que el veneno del odio con el que las riega todos los días las hace tan mortales.
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WILSON CRUZ - Montevideo, Uruguay.
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PUBLICADO POR RICARDO MUÑOZ JOSÉ
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