AUNQUE EL DOLOR NO SE BORRA
UNA NUEVA LUZ NOS ACOMPAÑA
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En nuestra existencia el tiempo volaba cerrando entusiasmos, construyendo silencios, a raíz de la inesperada desaparición de Luli, la perrita de la familia. El ánimo de los tres (Odi, mi mujer, Vania la única hija y el mío) discurría por terraplenes de tristeza.
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Mientras tanto, Tú nos esperabas en la Protectora La Madrileña. Hacia allá encaminamos los pasos, llevando caricias para tu lomo, y manos sedientas de lametones.
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Domingo de pleno sol. Mediodía. Allí permanecías, esbelta, estatura mediana, ojos puros, mirada mansa, pelaje blanco albergando manchas marrones, y ricamente salpicado de chispazos amarillentos; cual pecas definiendo la silente personalidad.
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Los perros saben leer la congoja, y como nadie ejecutan la impalpable sinfonía del ilimitado amor. Al vernos, moviste el rabito de cinco centímetros en ondulada señal de simpatía.
Vania te abrazó. Odi te llamó Bianca.
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Vino envuelta en una burbuja de expectativa, igual que una bocanada de aire puro. Pero no a derramar brillo en el recuerdo de Luli, la amiga ausente. No. Bianca desembarcó en nuestro abrazo, presta a ocupar el sitio de felicidad que la vida le adeudaba.
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Nada más entrar, corriste por la casa en excursión de reconocimiento, tal si corretearas por la mismísima cresta del planeta. Las habitaciones parpadearon emocionadas ante el arribo de la flamante amiga. Esa perrita de la que nunca seríamos los amos, porque la conjunción de sentimientos vertía indelebles lazos de amistad.
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Sin duda, la apacible compañía apuntalaba el alicaído andamiaje hogareño. En contrapartida, íbamos a dejarla mantener su autonomía a fin de que fuera ella misma.
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El alborozo se desbordó cuando la llevamos al parque. El césped, cual verde pañuelo, la observó expresando un saludo, y los perros, habituales del lugar, galoparon a darle la bienvenida. En lo alto, los pájaros transitaban la tarde, y las nubes sonreían desde el azul etéreo.
Entonces, Bianca levantó la pata del freno, y recargando las pilas le dio libertad al movimiento; corrió como si llevara en el cuerpo el aletear del vendaval.
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Así, Bianca, la perra abandonada por la crueldad humana, blandió todo el brío en aquel mar de patas, y a la manera de un chaparrón desparramó una andanada de efervescente alegría, edificando en cada carrera el preciso monumento a la confraternidad canina.
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Bianca agregó al hogar su dulce presencia de impalpable mudez, dispuesta a dar todo sin pedirnos nada. La necesidad de dicha que le nutría el espíritu la regalaba con manifiesta naturalidad.
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Pequeña perrita, eres lo opuesto al adiós. Tu vida es nuestra vida. Ya formas parte de la familia, y en ese bloque familiar no existe ni existirá el veneno de la falsedad.
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Estamos seguros que esté en la dimensión que esté, Luli, nuestra perra fallecida, ladrará contenta por tu llegada.
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Texto de Ricardo Muñoz José
http://linde5-otroenfoque.blogspot.com.es/2012/07/bianca-llego-nuestra-vida.html
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