Un hombre se esforzaba cada día de administrar aceite de hígado de bacalao a su perro, porque le habían dicho que eso era bueno para los perros. Cada día sujetaba fuertemente entre las rodillas la cabeza del animal y, entre forcejeos, le obligaba a abrir la boca y a tragar una buena cucharada sopera de aquel remedio.
Un día el perro consiguió soltarse y el aceite fue a parar al suelo. Entonces, ante el asombro de su dueño, el perro lamió el aceite derramado con mucha tranquilidad y dio luego un par de golosos lengüetazos a la cuchara. Fue entonces cuando aquel hombre entendió que lo que el perro rechazaba no era el aceite, sino el modo de administrárselo.
Cuento taoista: "El perro, una parábola sobre la educación".
Un día el perro consiguió soltarse y el aceite fue a parar al suelo. Entonces, ante el asombro de su dueño, el perro lamió el aceite derramado con mucha tranquilidad y dio luego un par de golosos lengüetazos a la cuchara. Fue entonces cuando aquel hombre entendió que lo que el perro rechazaba no era el aceite, sino el modo de administrárselo.
Cuento taoista: "El perro, una parábola sobre la educación".
2 comentarios:
Hola Ricardo, bienvenido después de las vacaciones, como verás todo sigue igual, las perreras saturadas, las calles llenas de animales que nadie quiere y los cazadores frotándose las manos porque estamos con la temporada de caza encima.
El cuento es muy bonito y real como la vida misma, muchas veces no nos damos cuenta de que hacemos las cosas de maneras difíciles, con lo fácil que es hacerlo despacio y con buenas maneras...
Siempre lo digo y hoy, repito: cuánto deberíamos aprender de los animales en general y de los perros en particular. Son más listos que el demonio!
Aunque no viene mucho a cuento, esto me ha recordado a nuestra adoradísima Linda. Linda era la perrita de mi Hermanísimo. Vivió con ellos la tira de años hasta que un mal día tuvieron que sacrificarla porque se estaba muriendo y el dolor era insoportable. Es el día de hoy que lloramos al recordarla, pobrecita.
El caso es que Linda era una fanática del café, con leche y azúcar, por favor. Y era ver a Mamá tomándose uno y ya estaba ella a su lado, como dándole con la patita y diciéndole: "Eh, Abu, no se te está olvidado algo?". Era genial verla mover la cola de puro contenta mientras se tomaba su cafecito, la muy golosa.
Besotes!!
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