LE CHIEN DE MONTARGIS:
une véridique histoire médiéval..
¿Un perro ante un tribunal ejerciendo la acusación en un caso de asesinato?
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En la fortificada ciudad medieval de Montargis (conocida por la "Venecia de Gâtanais"), la historia le dio residencia a este acontecimiento, cuando la envidia -incubadora de corrosivas rivalidades-, se valió de una mente turbia para derramar el tóxico aliento de la tragedia.
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El chevalier Macaire, arquero de la guardia del Rey Carlos V de Francia, digería mal que un compañero de armas, Aubry de Montdidier, hubiese obtenido un sitio privilegiado en la confianza del monarca. Saberse desplazado a un plano secundario por culpa de aquella estima, le aceleraba el resentimiento, hiriendo hondamente su orgullo.
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Mondidier, un caballero de arraigadas costumbres, solía dar largos paseos por el bosque de Bondy, en compañía de Verbaux, su perro de ayuda.
De dicho hábito era sabedor Macaire, quien, desbordado por el acicate de la inquina, un dia se adelantó y fue a emboscarse en la espesura. En el momento que Montdidier pasó, ¡le arrojó un dardo envenenado! Montdidier se quitó el aguijón, y unos metros más adelante sintió la ponzoña del odio ajeno adueñándose de sus movimientos. Y mientras Montdidier claudicaba por el avance de la agonía, Macaire, con una red, cazó al perro y lo ató a un árbol. Pero, como el fin del rival llevaba tintes de tardanza, sucumbió a la impaciencia y al temor de ser descubierto, y en medio de los atronadores ladridos del can, le puso epílogo al acto sellando su traición a golpe de puñal. Las puñaladas hallaron asilo en las carnes desguarnecidas de Montdidier, y en cada penetración del metal afilado, el hombre se retorcía igual que si recibiera un chorro de aceite hirviendo. Después, la mirada borrosa y la garganta reseca se hermanaron en el último suspiro. Y el último suspiro le robó la vida. Aubry de Montdidier, murió haciendo vibrar la naturaleza con el látigo del espanto.
En la fortificada ciudad medieval de Montargis (conocida por la "Venecia de Gâtanais"), la historia le dio residencia a este acontecimiento, cuando la envidia -incubadora de corrosivas rivalidades-, se valió de una mente turbia para derramar el tóxico aliento de la tragedia.
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El chevalier Macaire, arquero de la guardia del Rey Carlos V de Francia, digería mal que un compañero de armas, Aubry de Montdidier, hubiese obtenido un sitio privilegiado en la confianza del monarca. Saberse desplazado a un plano secundario por culpa de aquella estima, le aceleraba el resentimiento, hiriendo hondamente su orgullo.
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Mondidier, un caballero de arraigadas costumbres, solía dar largos paseos por el bosque de Bondy, en compañía de Verbaux, su perro de ayuda.
De dicho hábito era sabedor Macaire, quien, desbordado por el acicate de la inquina, un dia se adelantó y fue a emboscarse en la espesura. En el momento que Montdidier pasó, ¡le arrojó un dardo envenenado! Montdidier se quitó el aguijón, y unos metros más adelante sintió la ponzoña del odio ajeno adueñándose de sus movimientos. Y mientras Montdidier claudicaba por el avance de la agonía, Macaire, con una red, cazó al perro y lo ató a un árbol. Pero, como el fin del rival llevaba tintes de tardanza, sucumbió a la impaciencia y al temor de ser descubierto, y en medio de los atronadores ladridos del can, le puso epílogo al acto sellando su traición a golpe de puñal. Las puñaladas hallaron asilo en las carnes desguarnecidas de Montdidier, y en cada penetración del metal afilado, el hombre se retorcía igual que si recibiera un chorro de aceite hirviendo. Después, la mirada borrosa y la garganta reseca se hermanaron en el último suspiro. Y el último suspiro le robó la vida. Aubry de Montdidier, murió haciendo vibrar la naturaleza con el látigo del espanto.
Verbaux lo vio todo.
Macaire, a manotazos y puntapiés abrió un hueco en la hojarasca. Allí depositó el cadáver. Y ergo cubrirlo con ramas, huyó, dejando el frío asesinato envuelto en el misterio. Desde la altura de la arboleda, la floresta conmocionada presenció la partida.
Con sus ladridos quejumbrosos, Verbaux procuraba arrancar a su dueño de las zarpas de la muerte. Así siendo, frente a la inutilidad de la impotencia, buscó en los diente una salida a su desesperación, y rompiendo los hilos de la red consiguió soltarse. Inmediatamente se arrojó encima de la tumba, y descargando desgarradores aullidos conmovió el bosque entero. Ahí se quedó, sin noción de tiempo, uniendo sol y luna, hozando las ramas, gimiendo y llorando sin hallar paz para su desconsuelo.
Mas, cuando la resignación le dio luz al entendimiento, orientó sus pisadas en dirección a Montargis.
.A muchos les extrañó verlo sin su dueño. No obstante, el animal, movido por su instinto de lealtad logró enhebrar su propósito a la atención de los demás, y guió a los soldados hasta el cadáver de Montdidier.
.Con el muerto a cuestas y el perro aullando entristecido, el grupo desanduvo el camino a Montargis.
.Carlos V, altamente consternado, dispuso el sepultamiento de Aubry de Montdidier, otorgándole los más altos honores. A Verbaux lo retuvo a su lado. Cortesanos y servidumbre lo colmaron de cariño.
.Empero, el imprevisto adquirió patente de sorpresa, el día que el can se topó con el chevalier Macaire, pues, empujado por el recuerdo y el afán de venganza, corrió hacia él mostrándole los colmillos. El miedo erosionó los sentidos de Macaire, aunque alcanzó a zafarse de la arremetida introduciéndose en una vivienda. En jornadas posteriores se repitió el encuentro, y nuevamente el perro empalmó encono y gruñido, manifestando deseos de atacar.
El comportamiento del animal despertó el interés de la gente, y la sombra de la duda cavó el cimiento de la sospecha. Macaire decía desconocer la razón de tal animosidad, pero la insistencia de Verbaux le echaba desconfianza a la solidez de esa versión. Entonces, en la atmósfera flotó una pregunta: ¿No sería Macaire el asesino de Aubry de Montdidier?
.El rumor llegó a oídos del Rey. Sin duda, la conducta de animal acusaba a Macaire. Ese primer indicio puso en funcionamiento la maquinaria de la ley.
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El Tribunal de Justicia -que a menudo se establecía en el castillo de Montargis-, citó a Macaire, a fin de que expusiera su postura. Además, y por expresa voluntad de Carlos V, se permitió que el perro compareciera como acusación.
Verbaux, al verse delante de Macaire, reiteró la agresividad hacia el caballero, formalizando de este modo su denuncia.
Verbaux, al verse delante de Macaire, reiteró la agresividad hacia el caballero, formalizando de este modo su denuncia.
El monarca se sintió atrapado. ¿Qué hacer? ¿Anteponer el servicio que Macaire prestaba a la corona, o valorar la abnegada insistencia del can? Para deshacer la encrucijada de la disyuntiva -y cumplir con su amigo Montdidier-, tomó una sabia decisión: ordenó un duelo judicial y en presencia de la corte, entre el animal y el chevalier, y que la verdad se pusiera de parte del vencedor.
Macaire aceptó encantado. ¿Qué podría hacerle un perro pulguiento a un guerrero acostumbrado a salir victorioso de todas las batallas?
Macaire aceptó encantado. ¿Qué podría hacerle un perro pulguiento a un guerrero acostumbrado a salir victorioso de todas las batallas?
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En la corraliza del castillo de Montargis, se instaló un ruedo acordonado por una empalizada -para separar combatientes de espectadores-, con un palco real y balcones destinados a autoridades clericales y cortesanos. La gente del pueblo permanecería de pie. La curiosidad atrajo a la multitud.
En la corraliza del castillo de Montargis, se instaló un ruedo acordonado por una empalizada -para separar combatientes de espectadores-, con un palco real y balcones destinados a autoridades clericales y cortesanos. La gente del pueblo permanecería de pie. La curiosidad atrajo a la multitud.
El pregonero anunció:
-Por voluntad de Carlos V, Rey de Francia, y cumpliendo un mandato judicial, en este día del año 1371, se batirán en duelo hasta las últimas consecuencias, el chevalier Macaire y el perro Verbaux. Al hombre, para su defensa y ataque, se le ha entregado un palo. Al animal, para su protección en caso de necesidad, se le ha concedido un barril abierto por ambos extremos.
.El tiempo burbujeaba en el tramo de la mañana otoñal. En los árboles, las hojas trocaban guiños con las aves. El cielo se asomó expresando extrañeza, y la tierra tembló presagiando una desgracia. Tras el sonar de las trompetas, el silencio se adueñó de los murmullos. Macaire entró con su jubón de cuero, manoplas de hierro, borceguíes con punta de metal, y garrote en alto. Verbaux lo hizo "armado" con sus garras y sus dientes. En el centro, el barril se aburría en posición de espera.
Dibujos de la época muestran horripilantes escenas, en las que se ve al perro en manifiesta desventaja, y al guerrero lanzando palos y patadas, como si buscara machacar la cabeza del animal, y a la vez, apuñalarlo con sus botines de puya metálica. Mas, la contienda verdadera arrojó otra lectura, pues, Verbaux, con determinación, paciencia y valentía, construyó la coraza de su inferioridad, y a base de rápidos desplazamientos fue esquivando las acometidas y los garrotazos, hasta que el cansancio hizo mella en los bríos del hombre. Y cuando la fatiga nubló la vista de Macaire, y le colocó plomo a sus movimientos, el relámpago de un descuido vino a quebrantarle la defensa. Entonces, el perro, ¡le saltó a la garganta!
La sorpresiva embestida desplegó las alas de la inquietud, atosigando a los espectadores con el sofoco de la expectación.
La lucha derivó en angustia para Macaire y soif de vengeance para Verbaux. Impelido por el dolor en las carnes, la zozobra en la mente, y un galope en el corazón, el hombre dio réplica al feroz ataque soltando el palo, y con las dos manos intentó arrancar al animal. Pero, fue imposible. ¡La mordedura llevaba un anuncio de muerte!
En su caída hacia atrás, Macaire ¡tropezó con el barril!
Una rodilla se dobló a besar el suelo, y las áureas hazañas de antaño pusieron proa a la inmensidad de la nada. Su sangre de guerrier vencido corrió generosa empapándolo con el rojo de la vergüenza. El oleaje del miedo eclosionando en el confín de sus entrañas, la boca poblada de babas, y la mirada oscurecida por el apretón del suplicio, propulsaron el desenlace del grito:
Una rodilla se dobló a besar el suelo, y las áureas hazañas de antaño pusieron proa a la inmensidad de la nada. Su sangre de guerrier vencido corrió generosa empapándolo con el rojo de la vergüenza. El oleaje del miedo eclosionando en el confín de sus entrañas, la boca poblada de babas, y la mirada oscurecida por el apretón del suplicio, propulsaron el desenlace del grito:
-¡Quiténlo! ¡Quiténlo! ¡Yo he sido! ¡Yo maté a Montdidier!
La verdad resplandeció en magnitud ascendente. y la justicia cavó hondo en la comprensión humana. El Rey honró al victorioso Verbaux.
Un lluvioso amanecer, con el alma tiritando entre los ojos, Macaire se enfrentó al cadalso. La horca, en actitud obediente, firmó el último capítulo de su indigna existencia. El estrujón del nudo corredizo y los pies en el aire agitándose sin ruido, fueron los únicos testigos de su ingreso en el pasado.
Todavía se conserva gran cantidad de dibujos de la época.
En la iglesia de Sainte-Madeleine de Montargis, se pueden apreciar vitrales del siglo XIX.
Y como detalle curioso, en algunos restaurantes de la ciudad, se utilizan vajillas decoradas con escenas del famoso enfrentamiento.
.En recuerdo de tan tremenda epopeya se erigieron dos esculturas. La que se instaló frente a la iglesia, fue destruida durante la Primera Guerra Mundial -según parece, la bala de un cañón se arrimó demasiado a contemplar la obra-. La que aún existe, del escultor Gustave Debrie, data de 1870, y se encuentra en los jardines del Museo Girodet -antiguo Hotel Durzy-.
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El bosque de Bondy -sitio que marcó el inicio de esta historia-, es constantemente visitado por autóctonos y turistas, que se pasean sabiendo que no corren peligro, ya que el chevalier Macaire lleva más de seiscientos años bajo tierra, conviviendo con las lombrices.
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Ricardo Muñoz JoséReminiscencia elaborada con los textos e imágenes obtenidas en Internet.
.Páginas francesas recomendadas:
http://pageperso.aol.fr/ricjasperso/legende_chien_de_montargis_p2.html
.En recuerdo de tan tremenda epopeya se erigieron dos esculturas. La que se instaló frente a la iglesia, fue destruida durante la Primera Guerra Mundial -según parece, la bala de un cañón se arrimó demasiado a contemplar la obra-. La que aún existe, del escultor Gustave Debrie, data de 1870, y se encuentra en los jardines del Museo Girodet -antiguo Hotel Durzy-.
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El bosque de Bondy -sitio que marcó el inicio de esta historia-, es constantemente visitado por autóctonos y turistas, que se pasean sabiendo que no corren peligro, ya que el chevalier Macaire lleva más de seiscientos años bajo tierra, conviviendo con las lombrices.
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Ricardo Muñoz JoséReminiscencia elaborada con los textos e imágenes obtenidas en Internet.
.Páginas francesas recomendadas:
http://pageperso.aol.fr/ricjasperso/legende_chien_de_montargis_p2.html
17 comentarios:
El comportamiento, coraje e inteligencia de los perros jamás dejarán se asombrarme y cada dia mi admiración hacia los animales crece más. Su voz sin palabras, su comunicación directa al corazón...no entiendo como hay personas que no entienden su lenguaje!. Imposible no amarlos. Gracias Ricardo por esta historia, me conmovió hasta el alma.
Que bella historia Ricardo. No hay animal más fiel e inteligente que el perro. JAMAS hay que menospreciar su capacidad de sentir, su lealtad. Muy bien documentado el post, te lo has currao. Un abrazo. Inés
Que hermosa historia, y mejor aún que el rey haya creído a Verbaux! Y ese duelo fue muy ingenioso por parte del valeroso can. Los animales, en especial los perros, siempre van a ser nuestros desinteresados y fieles compañeros, quienes saben cuidar mejor nuestro planeta que nosotros mismos.
Saludos Ricardo desde Perú :)
Ricardo, ¿qué puedo decir que exprese lo que siento después de leer tu relato de El Perro de Montargis?. La historia sería una maravillosa leyenda si no hubiese acaecido realmente, pero saber que refleja un episodio verídico la convierte en sublime. Sé que quien hace daño a los animales o simplemente es indiferente al trato que reciben, no va a sentirse conmovido por ella porque no dispone de la capacidad ni sensibilidad suficientes y adecuadas como para respetar y proteger a esas criaturas y por lo tanto, cualquier esperanza de que este relato le lleve a analizar su actitud y enmendar su conducta es vana. Pero para el resto, para aquellos que tienen la inmensa suerte de enternecerse y empatizar ante un ser irracional y la gran desgracia, de sufrir día a día por las tremendas tropelías que con ellos se cometen, El Perro de Montargis constituye una prueba más de que así como la fidelidad más allá de cualquier consideración es un asunto de canes, la brutalidad y la cobardía es patrimonio de los hombres.
Y para terminar, manifestarte mi admiración y lo reconozco, envidia sana, por la maestría con que manejas el lenguaje y reflejas de forma clara, hermosa, ilustrada y conmovedora aquello que pretendes transmitir.
Gracias Ricardo, eres un ejemplo de valía y de compromiso.
Salud.
Julio
www.findelmaltratoanimal.blogspot.com
Hola Ricardo,
Una bellísima histori que nos pone de manifiesto una vez más que a veces el perro es el caballero y al revés. Que animal tan aguerrido, tan noble este Verbaux, que señalando al asesino logró la justicia necesaria.
No se entiende que la palabra "perro" pueda ser luego un insulto despectivo cuando tanto cariño y amor ha demostrado este noble animal al ser humano a lo largo de la historia, y tu cuento tan bien documentado asi nos lo enseña.
Un precioso relato y un enorme trabajo de investigación, pues tiene la suficiente dosis de aventura para intrigarnos y la suficiente autenticidad para emocionarlos.
Saludos y besos, Ricardo.
Ricardo, gracias!, gracias por compartirla, me gusto y conmovio mucho. Una vez mas se desvela la lealtad del mejor amigo del hombre.
Un abrazo, Lenny
A pesar de lo morbosa y cruda de la historia termina mostrando el valor y la fidelidad del perro hacia su amo.
De haber escuchado esta historia seguramente pensaría que es una leyenda, o una exageración de una realidad menos dramática.
Muy buen trabajo Ricardo.
Mis saludos.
Definitivamente lo más impactante de la historia es saber que realmente sucedió, y que este ejemplo de lealtad y astucia animal no se queda en puro cuento.
Buena historia como siempre.
Saludos
Las historias están allí para contarlas. Necesitan de un narrador para ser verbalizadas y para que el valor de su mensaje pueda llegar a los oídos ajenos.
El verdadero valor de este texto está en su narración cautivante y en sus giros literarios. Me gustan mucho las expresiones como "cuando la fatiga nubló la vista de Macaire, y le colocó plomo a sus movimientos, el relámpago de un descuido vino a quebrantarle la defensa." y también "unos metros más adelante sintió la ponzoña del odio ajeno adueñándose de sus movimientos."
A mi me gusta el perrito, y en este blog tu amor por los animales es tu motor... pero, querido amigo, el protagonista de esta historia eres tu.
Gracias por tu prosa.
Ricardo, no sé si quedarme con la historia del perro o con tu calidad descriptiva.
Como dice uno de los comentarios, las historias están ahí pero sin un narrador que las verbalicen, no existen.
El perro ha dejado para la posteridad un ejemplo que perdura y perdurará (ocurrió hace más de 600 años), para enriquecer los sentimientos de las futuras generaciones.
Verbaux, sin tener el don de la voz, pero impulsado por el sentido de la lealtad, consigió justicia para su dueño, y tú Ricardo, con la sensibilidad de tus palabras has llegado a las fibras más íntimas de la emoción.
Felicitaciones.
Carmen
Animalandi - Mendoza, Argentina.
La historia de "El perro de Montargis" la conocía a medias.
En mi época de estudiante viví unos años en el sur de Francia, y una noche que hacía mucho frío, un señor amigo nos conto medio a los trompicones (esas cosas que tiene el alcohol), y deduje que se trataba de un acontecimiento fuera de lo común.
Ahora, entre escucharla en la voz de aquel señor, y leerla con tu sello personal, va un mundo.
Es verdad, me contaron que en muchos restaurantes, (y no sólo de Montargis, sino en toda la región de Loiret),hasta hoy usan vajillas decoradas con dibujos de aquel duelo.
¿A alguien le quedan dudas que Verbaux fue un héroe?
¿A alguien le quedan dudas que Ricardo es un extraordinario escritor? Pues a mí no.
Si Verbaux viviera estaría satisfecho a tope con la emocionante forma que Ricardo utilizó para contarnos su historia.
Hay muchos pasaje que me encantan, pero voy a detacar uno; cuando Macaire muere ahorcado, y sus pies quedan en el aire agitándose sin ruido.
Ricardo, gracias por haber escrito tan maravillosa historia.
Un abrazo guatemalteco.
Tras leer "El perro de Montargis", me pregunto, ¿por qué un escritor de prosa narrativa tan bella y tan diferente, permanece en el anonimato? Sin duda, los editores están ciegos, o los autores a los que superás te cortan el camino.
En cuanto al perro en sí, su lealtad y su valentía es tan admirable, que no me extraña que su historia sobreviva a través de 600 y pico de años.
Ricardo, un abrazo desde Uruguay, el país que tiene un río de una sola orila.
Valentía, inteligencia y fidelidad, ese es el resumen que me queda de este ejemplar animal.
No en vano su gesta sobrevive durante seis siglos. El nombre de Verbaux unido a Montargis -ese lugar desconocido para mí-, permanecerá latente a través de los tiempos, como un toque de atención para aquellos que maltratan a los animales.
La narración impecable, como siempre. Me gustó mucho la descripción de la expectativa creada antes del duelo.
Un abrazo
Cómo te trabajas las historias, Ricardo, y qué placer da leerlas.
La lealtad de los animales nos hace a los humanos quedar siempre en un papel más bien pobre.
Besos.
Si tuviese la capacidad y el dinero, con la historia de Verbaux hacía una película. Porque este es un perro de película.
Es increíble que desde la mudez, con tesón y valentía consiguió justicia para su dueño.
Pienso que ya es hora que Verbaux sea sinónimo de lealtad, y Macaire de hijo de p...
Me gustó de verdad.
Un beso
¿Se habrá imaginado Montdidier, que su perro iba a hacer semejante hazaña para que su asesinato no quedara impune? Me parece que no. Aunque. seguramente, sí estaba seguro del amor del animal hacia él.
Despues de leer "El perro De Montargis", me queda una certeza; con más Verbaux habría menos Macaire en el mundo.
Ricardo, me hiciste vibrar con esta historia.
Un saludo.
Una narración impecable, llena de matices y de imágenes muy lindas; con muchos detalles y mucha poesía.
"El perro de Montargis" es una historia tan conmovedora, que a sus 600 años de existencia seguramente se sumarán otros 600 años más para asegurar su recuerdo, porque lo mínimo que se merece es permanecer en la memoria colectiva.
El perro Verbaux fue inteligente en la denuncia y en la lucha, por eso el pueblo lo inmortalizó en sus obras de arte.
De Macaire ya me olvidé (que es un poco el desprecio que se aplica a los cobardes), pero a Verbaux lo mantengo guardado en mi corazón.
Un saludo desde Asunción, Paraguay.
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