Tu trato con los animales hablará de ti mejor que tus palabras -R.M.J.

lunes, 16 de diciembre de 2013

El pavo Gluglú; simplemente, un amigo.



UN CUENTO PARA NAVIDAD
de Ricardo Muñoz José
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Gluglú era un pavo joven, bien alimentado y lleno de vida, que hallábase sólidamente ligado a Ana, la hija de los dueños de la granja.
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Ana, una muchacha veinteañera, de salud frágil y carácter introvertido, vivía alejada de todo ambiente juvenil, por eso volcaba su caudal amoroso en el único amigo; el pavo Gluglú. Para ella constituía el núcleo del diario devenir. En él depositaba la voz de los sueños, desplegando un universo poblado de caricias, confidencias y sana amistad.
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Valentín y Josefina, los padres de Ana, no veían con beneplácito el discurrir de tal apego, porque los pavos representaban la tradicional cena de Navidad, y aun cuando ellos no se comieran a Gluglú, en cualquier momento iban a tener que venderlo, por lo tanto, el devenir del epílogo hacíase ver en el acto previsto; el ave finalizaría en el estómago de alguna familia, y Ana llorando abrazada a la ausencia del compañero de juegos.
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Gluglú, aun enarbolando sinceridad en la entrega del cariño hacia la chica, albergaba el desgarro de una honda sospecha, germinada en fragor de los comentarios vertidos por el resto de animales, refiriéndose al inaudito lazo de amistad existente entre él y la muchacha.
-De la Navidad no pasa –dijo el burro.
-Los hombres son carnívoros y a nosotros sólo nos ven como comida –argumentó el pato.
-Ellos cambian un amigo por un buen plato –añadió el cerdo.
-Sólo las vacas viven más. Mientras den leche las miman. Pero terminan devoradas sin el menor remordimiento –remató el perro.
Gluglú recogía todas las palabras. Si bien mostrábase renuente manchar con el barro de la desconfianza los sentimientos de Ana. Sin embargo, resultaba práctico no olvidar la definición de granja; un establecimiento comercial donde los animales eran simples mercancías. Él sabía que a muchas gallinas, patos y cerdos los llevaron y nunca más volvieron. ¿Dónde estaban? ¿Acabaron comidos por los hombres? Todas las conjeturas esculpían patente de aceptables. Aunque no… ¿Ana envuelta en una traición así? ¡Jamás!
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Una mañana un hecho desembarcó la intranquilidad en los corrales, y puso estremecimiento en el ánimo de Gluglú. En camiones cargaban centenares de pavos y centenares de cerditos, ante el estupor de los familiares de aquellas pobres criaturas que partían rumbo al sacrificio.
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El gato lo llamó para darle la terrible noticia:
-He escuchado que mañana celebrarán la nochebuena y al otro día será Navidad.Gluglú tembló. Los restantes pavos temblaron también. Cual un espeso nubarrón, la amenaza de muerte flotaba en el andar de cada habitante de los corrales.
.El ataque de la oscuridad engullía los reflejos, descomponiendo los colores, difuminando las cosas, ennegreciendo los árboles. Los ruidos fueron estrechándose hasta la madurez del silencio. Gluglú quedó sumido en la oscuridad, con el miedo patinándole en el cuerpo y el desánimo escupiendo trompicones. La soledad desplegaba las tiránicas alas del desvelo. En la mecánica de la realidad, el presentimiento indicábale la sepultura en forma de plato y la lápida en hechura de masticación humana. Las sombras amontonadas inflamaban la espera, agrietando la dura noche de la renuncia. El descanso permanecía recorriendo parajes distantes. El reloj iba marcando el suicidio de las horas. El aguardar tornábase largo, y el desvelo pintaba un cuadro de angustia; un cuadro de periplo concluido. Lo sorprendió el amanecer montado en el atroz aleteo del presagio.
-Tengo que irme. Si no huyo seré la cena de esta familia.Triste decisión; cambiar dicha por desamparo.
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Observó a los compañeros de encierro. Todos dormían. Los demás pavos descansaban aceptando mansamente el trágico final. Intentó abrir la puerta a picotazos. Una parte del pico se resquebrajó por la acérrima resistencia de la madera. ¿Saltar la alambrada? Imposible dada la altitud, y él, al ser pavo, tenía desactivada la capacidad de volar. Resolvió hacer en la tierra la vía de escape. Escarbó y escarbó a fin de cavar un pasadizo por debajo del alambre. La claridad ya destapaba el arribo de la nueva jornada. Debía acelerar el trabajo, ya que en aquel sitio la gente madrugaba, y una presencia indiscreta podía abortar la fuga. La tierra, en solidaria actitud, aflojó la dureza. En pocos minutos la brecha mostrábale la salida. Poniendo en las patas la misión del empuje, fue arrastrándose. Flameando en el alambre acabaron algunas plumas, pero la libertad lo recibió empapándolo con el soplo del alivio. Gluglú miró la puerta de entrada reprochándole la falta de colaboración. Dejó el corral acuchillado de mudez.
Enfiló hacia el patio. Lo acogió la espesa niebla. Todo acunaba inmovilidad. La escapada desprendía urgencia. Pensó en Ana.
. -No la veré nunca más.
La falta de la chica ya era una llaga supurando nostalgia. El dolor escalaba por la memoria descolgando episodios idos; removiendo alegrías, dejando profundidad de decepción.
. A campo través emprendió la marcha. La calígine le entorpecía el camino. Avanzó recreando en la evocación las imágenes que lo habitaban, gimiendo en el adiós; a merced de un sueño muerto. No sabía adonde ir, mas cualquier lugar enmarcaba seguridad en una fecha tan señalada. Prontamente la niebla lo tragó. Anchas sombras acudieron empuñando un ademán amenazante. El terreno enlutado y la solitud lo hacían sentirse navegando en el vacío. En la piedra anidaba la pisada de los tiempos. Un resplandor, transparentando el poso de la bruma iba adueñándose del día. La niebla resumía el desafecto de la superficie, reteniendo al sol bloqueado, escamoteando el beso tibio demandado por la tierra aterida. En el paisaje campaba una pátina color hojalata, empalideciendo negruras, aflojando el apretón de la opacidad.
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De pronto, ¡una sorpresa lo estremeció! Los ojos se le desorbitaron mientras las alas caían vencidas. Delante de él, en medio de la niebla, como una maléfica aparición, ¡estaba Valentín!
-Gluglú, te has escapao del corral. Ven, vamos pa las casas.
Valentín estiró la mano. Resultó escaso el margen otorgado al intento de zafarse. Gluglú vio venir aquella zarpa cual lazo mortal. Sólo atinó a retirar la cabeza poniendo a resguardo el cogote. El hombre lo alzó en brazos. La nube afincada en el suelo corrió el cortinado, y volvieron a la vivienda.
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Junto a un camión, Matías y la esposa.
-¿Justo hoy tienes qué viajar?
-Ay, mujer, no me voy al otro lado del mundo.
-Pero, ¿no pudiste evitarlo?
-No. La gente necesita la mercancía y debo llevársela.
-¿Vendrás para la hora de la cena?
-Cálmate. Al atardecer estaré aquí.

La carretera abrió el regazo de la larga cinta de asfalto. El camión enfrentó la monótona distancia.
.Gluglú, abatido por el durísimo trance de la duda, presenciaba el ambular de las horas, rogando un repentino cambio en el calendario.
Después de la siesta, Ana lo llevó a pasear. Jugaron y se divirtieron sin ponerle límite al esparcimiento. Gluglú archivó la desconfianza. El reloj continuó descabalgando la imparable marcha horaria. La niebla debilitó la consistencia, dando paso a una claridad turbia.

Matías subió al camión decidido a desandar la rigurosidad del regreso. Debía estar en casa al anuncio de la noche. La cena en compañía de toda la familia estructuraba un acontecimiento, que solamente dábase una vez al año.
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Atardecía. Tanto caminar y correr por la tierra arada, posibilitó que el cansancio horadara el cuerpo de Ana. Por momentos, la chica notábase ahogada, el aire huía de su entorno. El agobio fue creciendo en imparable progresión. De súbito, el paisaje desapareció. Los ojos adquirieron un mirar perdido, ¡y el socavón de la flojedad la derrumbó! Cayó hecha un ovillo. Desmayada. Sin dar una sola señal que expresara vida.
Gluglú presenció el desmoronamiento. El susto lo atosigaba. Inmediatamente procuró reanimarla soltando aleteos y graznidos. No obtuvo ningún resultado. ¡Ana parecía muerta!
El pavo sintió una burbuja explotándole en el estómago, y la turbación lo visitó revelando afán estrangulador. El nerviosismo, viniendo de la oquedad del asombro, devino en remolino de malos augurios. Relampagueantes temblores le agrietaron el espíritu, y el tronar de la muerte lo empapó con una lluvia de desasosiego. La voluntad de movimiento ancló en aguas de evaporación, y la embestida del miedo le impulsó las patas, ordenándole salir a la carretera.

De pronto, en medio del pavimento, Matías advirtió la presencia de un pavo. Estaba solo, cual una fantasmagórica figura. Anudando la extrañeza, el hombre recurrió al claxon. El estridente sonido no ahuyentó al animal. Incluso, ni siquiera intentó apartarse. Aminoró la marcha. El ave no se movía. Delante de tanta insistencia pisó el freno. Chirriaron las ruedas. Matías descendió a fin de espantarlo antes que otro vehículo lo aplastara. Súbitamente emergió una nueva sorpresa. Lo vio rumbear hacia el arcén, mirándolo; tal si le pidiera que lo siga. El pavo entró en los arbustos. El camionero, intrigado, fue tras él. A escasos metros, por poco sus ojos saltaron de las cuencas. ¡En el suelo halló una muchacha caída! Rápidamente procedió a levantarle y la subió al camión. Gluglú lo miraba agradecido. El transportista emprendió la marcha.

En el hospital, la urgencia rodeó a Ana, centrando en ella toda la atención. La chica había sufrido un infarto e iban a practicarle un by-pass.
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Los padres de Ana llegaron tiritando de prisa; presos al cepo de la circunstancia. Una vez serenados por la información médica, decidieron enfriar el acoso de la ansiedad.
Abrazaron a Matías ahítos de gratitud.
-Gracias señor. Usted ha salvado a nuestra hija.
-No, la salvó el pavo. Él me paró y me llevó hasta la chica.

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El camionero arribó a su domicilio con más retraso del deseado.
La cena de nochebuena devino en acontecimiento. Muchas risas, comentarios y brindis.
-Matías, ¿no vas a probar el pavo?


AUTOR: RICARDO MUÑOZ JOSÉ
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sábado, 7 de diciembre de 2013

Día Internacional de los Derechos de los Animales

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LOS ANIMALES QUE NOS HACEN FELICESNOS PIDEN QUE LUCHEMOS POR LOS ANIMALES INFELICES

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NADA DIGNIFICA MÁS QUE BATALLAR
POR LOS QUE NO SE PUEDEN DEFENDER

CUANDO EXISTA JUSTICIA PARA LOS ANIMALES
LOS HUMANOS QUE SUFREN EN MANOS DE OTROS
HUMANOS, TAMBIÉN TENDRÁN JUSTICIA
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.Felicidad y desgracia
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Primero despierta amor, después... 
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Nacido para divertir con su sangre
 
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Libertad y prisión


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Las dos caras de la ignominia: libres y en manos del hombre
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La muerte nunca falta a la cita

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La mansedumbre de la inocencia
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Vivirás mientras des dinero...
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Trabajo, muerte y comida para otros.
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Condenado a prisión perpetua sólo por ser animal
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Familia rota, prisión, sufrimiento.




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Arrancado de su hábitat para engordar sumas económicas
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Mientras la vida de los animales dependa del hombre...
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De la dicha a la esclavitud
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Su muerte vale dinero y el dinero obnubila a los crueles. 

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La caza: entretenimiento de sanguinarios.
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Al nacer ya tienen su suerte marcada: vestir la vanidad.
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EL MALTRATO Y LA MUERTE ANIMAL -MUCHAS VECES POR DIVERSIÓN-
SE REFLEJA EN EL MALTRATO Y LA MUERTE HUMANA. LOS QUE ABUSAN DE LOS ANIMALES TAMBIÉN ABUSAN DE LOS HOMBRES
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EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS ANIMALES,
BRINDEMOS CON ALEGRÍA,
PERO NO ABANDONEMOS LA BARRICADA.
LA BATALLA AÚN NO HA TERMINADO
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LOS ANIMALES;
EL SILENCIO DE LOS DÉBILES.
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PUBLICADO POR RICARDO MUÑOZ JOSÉ
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